viernes, 11 de enero de 2008

A Maputo

Las lluvias estremecían la localidad de Pemba. Las carreteras, las asfaltadas y las de tierra, eran retos para los amortiguadores y para las cervicales de los que teníamos la suerte de contar con un vehículo. La existencia de la energía eléctrica era tan intermitente como un diapasón. Ahora sí, ahora no, hoy sí, hoy no.

El centro de Pemba parecía sufrir un ciclón. Ramas en las aceras, árboles caídos, suciedad mojada… La gente sin embargo seguía su vida diaria sin lamentarse en exceso de la dificultad añadida.

Bajamos a la playa, pero incluso el mar estaba “shangado” (cabreado). El baño bajo la lluvia torrencial duró poco. No por la lluvia, sino por la invasión de algas. ¿Cómo nadar entre la hierba?

Dos días después volamos a Maputo. Uno nunca sabe con antelación la ruta. Esta vez hubo dos escalas antes de llegar a la capital de la República. Una en Nampula y la siguiente en Beira. Desde el aire se veían con claridad los primeros signos de una inundaciones que se aproximan. Los alrededores del río Zambeze, entre Zambezia y Sofala reflejaban las nubes sobre las que volábamos. Los campos anegados provocaban una situación de pre-alarma en el país. La Organización Mundial de la Salud alertó además del peligro del aumento de la malaria.

En el año 2000 las inundaciones se cobraron cientos de muertos. Pocos lo recuerdan. Estábamos demasiado preocupados en que el cambio de milenio no pusiera patas arriba el sistema informático. Aunque en aquella ocasión fueron las más fuertes, todos los años las lluvias y el desborde de los ríos provoca evacuaciones y angustia. Ahora, al parecer la cosa se presenta peor que en 2000. Pronto comenzará a publicarse en los periódicos la tragedia que amenaza esta parte de África. Las lluvias han comenzado pronto y con una inusual fuerza. Los pantanos están demasiado llenos y los ríos amenazan con desbordarse cuando aún queda al menos un mes de lluvias. Para empeorar las cosas estamos a puertas de sufrir los efectos de “La Niña”, que al revés que en Atlántico ("El Niño"), en el Índico enfría las aguas y humedece más lo ya húmedo. Hay indicadores que aseguran que el mes que viene sufriremos al menos un ciclón.

Con estas preocupaciones, llegamos a Maputo. Un taxi nos llevó a la casa de huéspedes que nos acogió hace un tiempo, cuando llegamos aquí. Esta vez nada de “recuerdos centroamericanos”.

Mi padre me pide que le mande una dirección a la que poder escribirme con a él le gusta, a mano. Es un jubilado romántico de la estilográfica. Le he explicado que aquí el correo no funciona demasiado bien. Así que cuando pasamos junto a un buzón de correos encadenado a un pequeño puesto de refrescos para que nadie lo robara, le pedí al taxista que parase un momento. Bajé del auto y le saqué una foto como prueba de que aquí el buzón tiene otros usos, no el de las cartas.

Tras dos meses en Pemba, las calles de la capital simulaban tan ordenadas y modernas que parecieran estar a punto de entrar al siglo XXI. Espejismo que rápidamente se esfumó cuando salimos a buscar algún garito para cenar. Atravesamos la Rua da Resistencia y entramos a un comedor junto al cual se hallaba una montaña apestosa de basura y que la oscuridad de la noche impedía ver quienes se peleaban por sus restos. Mozambique es un país ejemplar para el Fondo Monetario Internacional.

No hay comentarios: