martes, 12 de agosto de 2008

Un abrazo


Este blog llega a su final, como a su final llega nuestra estancia en este continente. Hoy subimos a un avión de la TAP con destino a Lisboa y Barajas.

Mucha gente ha hecho comentarios aquí. Amigos y desconocidos. Desde Donostia hasta Montevideo pasando por Buenos Aires o el mismo Maputo y Pemba, Zaragoza, San Salvador, Bilbao, etc. Este blog ha servido de desahogo personal, de experimento, de entrenamiento para otros intentos literarios.

Entre los amigos que han escrito, está Celia. A ella, tal y como dice la conocí en Quito, en unas difíciles condiciones. No se puede imaginar la alegría inmensa que me dio leer sus palabras. Doña Feli, cuya historia tanto ha cautivado a tanta gente. Mis hermanas siempre al alcance a pesar de los kilómetros. Las brujas buenas amigas de Edna que vendrán en breve aunque nosotros no estemos. Natalia y Manu, amigas colombianas y uruguayas. Pati, compañera legendaria de El Salvador rebelde. Amigos de Sevilla y de Bruselas. Aitor, con su solidaridad a prueba de inviernos. A esta ventana se asomaron colegas y desconocidos, familiares y amigos, anónimos y sorpresas. Alrededor de sesenta visitas diarias durante más de nueves meses ha recibido este espacio que no tenía más pretensión que el de la comunicación.

Pocas cosas se han tenido que silenciar. El África que hemos vivido ha estado reflejada de la manera más fiel a la realidad que siempre es más mágica que la fantasía. En ocasiones me he tragado la rabia escupiendo sobre el teclado la denuncias de injusticias tan históricas como actuales. Europa se ve diferente desde aquí. Más culpable. Más miserable. Y el romanticismo del continente de los parajes salvajes también se rompe en pedazos frente a esta gente, a sus niños que no dejan de bailar, a sus mujeres, a la alegría de la existencia. Y la apabullante facilidad para sobrellevar el dolor. Sé que voy a echar en falta el color de caminar por estas veredas. Desde ya, sé que algo de mí se queda aquí agazapado para poder seguir siendo testigo de lo mejor del ser humano. Y de lo peor. La vida en su esencia más radical.

Días atrás llevamos al aeropuerto a Viola, nuestra hermanita adorada que ha tenido que volar de urgencia a cuidar a su padre enfermo en Roma. Tanto luchar contra las enfermedades en Cabo Delgado, y ahora el dolor se ha metido en la casa de su familia. Suerte, querida.

He recibido una correspondencia de Nico, mi compañero de mateada en los caminos mozambicanos. Dice que tengo mucha suerte, porque Edna es un sol y ahora también me llega la luna.

Éste no es nuestro lugar, pero teníamos que venir. Lo que hemos visto, lo que hemos vivido, apenas es una brizna de hierba de la naturaleza imponente que es esta región.

Nora, otra amiga querida le escribió a Edna, “ahora ya sabes por qué tenías esa obsesión de conocer África. Entre otras cosas, tenías que hacer a Lua”. Otras gentes nos han regalado tantos pensamientos solidarios que, de veras, nos hemos sentido unos privilegiados de tanto recibir.

Ahora, en unas horas regresamos. Volvemos por una temporada a la metrópoli. Nuestro nuevo proyecto se centra en esta criança que está por venir. Ahora, está dentro de su madre. No sabe que está a punto de comenzar a Ser. No tiene idea de cómo es la vida aquí afuera. Yo también, a veces, tengo mis dudas. Pero algo sé. Si te dan la oportunidad hay que vivirla. En eso me centraré ahora. En darle esa oportunidad a mi hijo. En hacer que viva la vida. Y en poner de mi parte todo para que sea buena gente. Este pequeñajo medio africano llamado Lua.

Gracias por estar ahí. Esta ventada queda abierta. La vida sigue.

Un abrazo.

lunes, 11 de agosto de 2008

Son mis despedidas

Llegó la persona que sustituye a Edna en el trabajo. Se llama Esmeralda. Esme para los amigos. El sábado cuando íbamos al mercado de la Madera, en la Baixa de Maputo nos paró la policía. Querían, sin decirlo, una “propina” para no meternos una multa por una supuesta infracción de tráfico. Fue mi despedida de esa pesadilla uniformada.

Horas antes había conocido a Emmos, de Liberia. Estaba en busca de ayuda. No tenía idea de portugués y en inglés me explicó que el ACNUR le había dicho que debía instalarse en un campo de refugiados que hay en Nampula. Pero él quería un “futuro más seguro” y su sueño era ir a Sudáfrica, “donde al menos me puedo comunicar con la gente”. Se me partía el alma una vez más. Así es África. Unos metros más allá una niña jugaba con un bebé a la espalda. Fue mi despedida de una realidad que no da tregua.

El mercado entusiasmó a nuestra amiga. Allí competían en colores los batiks, en elegancia los trabajos de madera de ébano, en originalidad los trabajos en alambre, en misterio la artesanía congoleña… Fue mi despedida del África turística.

Compré algunas camisetas para mis sobrinos. Un vendedor mostraba una de ellas a una familia española. La madre dijo señalando el dibujo del pecho “Es Samora Machel, ¿no?”. Un joven que escuchó le dijo con un evidente tono de orgullo, “no señora, no es Samora Machel. Es una foto de Samora Machel”. Fue mi despedida del Mozambique digno.

Llegó Adolfo de regreso de sus cortas vacaciones y nos fuimos a cenar. Edna procuraba dar a Esme toda la información precisa para su nueva vida en Pemba. Y para ello Adolfo es el Anfitrión por excelencia. Llamé a Fernando. Fue mi despedida de los amigos que tardan en despedirse de África, porque las despedidas no nos gustan.

El domingo fuimos al Café del Sol, que está en la costa más norte de la ciudad. Se trata de un restaurante de arquitectura art decó. El único que no cerró en la época de la guerra. Un lugar donde han tocado los más prestigiosos grupos de jazz y soul. Después de pasear por la playa y de despedirnos despacio también del Océano Índico fuimos los cuatro al jardín de los enamorados. Se trata de un recito feriado con niños, parejas, familias que pareciera sacado de alguna película de los años sesenta. Fue mi forma de despedirme de Maputo.

A la noche fuimos al Centro franco-moçambicano, donde se anunciaba el concierto de uno de los mejores grupos de música tradicional del país, la orquesta Timbila Muzimba. Fue un placer espiritual para el alma y para el cuerpo. La despedida musical.

Hoy lunes estuve en casa de Vina, con sus críos Arturo y Celia. Es una mujer de 28 años, con tres hijos y que además de trabajar de empleada estudia para sacarse el graduado escolar. Este país está lleno de heroínas como ella. Me voy despidiendo con saudade de las gentes de Mozambique.

El miércoles nos vamos. Aquí dejaré el último post. El número cien. Estas son mis despedidas Para no olvidarme de nada. Ni de nadie.

viernes, 8 de agosto de 2008

Revolución cerrada por reformas

Quedaban apenas unos días en Mozambique y quería perderme en el centro de Maputo ese jueves normal de caos urbano. En la zona de la capital que se llama la Baixa no caminan muchos blancos. Cuando yo veo alguno me llama la atención y lo miro.

Le compré a un vendedor callejero el "Savana", el semanario más interesante del país. Traía en su interior un monográfico sobre la pobreza urbana. Pero es que además, con el "Savana" en la mano dejarían de hablarme en inglés. Como aquella vez…

...
- Hello my friend!
- Pero ¿porqué me habla en ingles?
- Don´t you remember me? The other day…
- No
- Yes, you are my friend

- Mire amigo, no le voy a comprar nada
- Eh…

- Que no. No tengo dinero

- Pero solo… ¿no le gusta apreciar el arte?

- Que sí, pero que no tengo dinero, no le voy a comprar nada. Usted pierde el tiempo conmigo amigo.
- No es para comprar, solo para apreciar
- Tengo prisa
- ¿Sabe cual es mi nombre?
- No

- Yo soy Artista Arturo
- Mucho gusto, yo soy Artista Karlos

- ¿Le gustan los batiks?
- Si, muy lindos

- Mire amigo, le hago buen precio

- Que no. Que no tengo dinero

- ¿Pero a usted le gusta el arte?

- Que si, pero tengo prisa y no tengo dinero. ¿Prefiere que se lo diga en inglés? I have not Money.


El artista miró como movía mi mano. Yo llevaba una bolsa de plástica negra
.

- ¿Y eso?

- ¡Coño! (eso lo dije es español), eso son unas pilas que he comprado. Mire Arturo mire..
- Uh! Qué bueno. Unas pilas para poner en la radio y escuchar música, ja ja ¿Me da una?

Ese fue el momento en el que los dos nos reímos y nos dimos la mano. Salía airoso una vez más


- Bueno, by, by my friend. Mire, ahí viene un turista. Ese es sudafricano, y tiene cara de tener dinero.
- Gracias amigo, Karlos. Recuerde, Artista Arturo, siempre estoy en esta esquina, eh?
- Ok, que tenga un buen día
.

Al llegar a casa diez minutos más tarde me llevé la mano a la cabeza cuando después de contarle a Edna mi “encuentro cultural” me preguntó dónde estaban los plátanos que había ido a comprar...
...

En una de las páginas del "Savana" venía publicidad de “Ahojeeahoje”, un encuentro cultural y solidario que arrancaba esa noche en el Teatro Avenida. Ahí me acerqué, pero había tal actividad con los preparativos que nadie tenía cara de responder a preguntas. No era cuestión de molestar, así que cambié de idea. Seguí caminando entre una multitud humana que ofrecía pañuelos, zapatos, enchufes, sujetadores, sandalias con las banderas de Brasil o de Mozambique, calzoncillos, fruta, gafas de sol, películas piratas, relojes, maletas, etc. Niños por todas partes, mujeres vendiendo sus productos en el suelo, sillas de ruedas, saludos acompañados de carcajadas. “Vou a fazer bom prezio”.

“Academia de Audiovisuales”. Se anunciaba una exposición. Decidí entrar. Un cómic ahí expuesto alertaba del tráfico de personas. Recordé aquel camión que la policía encontró con cuarenta niños dentro hace unos meses. Nunca se supo nada más de aquello.

Pregunté a uno de los guardas dónde quedaba el Museo de la Revolución. Era una de las visitas pendientes. Puso cara de duda, entrecerró los ojos y de pronto una luz se encendió “Camine por esta estrada hasta la Karl Marx. Ahí vire a la derecha y siga hasta la Avenida 24 y siga, pase Guerra Popular y creo que la siguiente es”. No tenía prisa y caminaba despacio. Unos pasos más adelante vi a un policía que venía de frente con su kalasnikov. El tipo me miraba con los ojos un tanto enrrocejidos y el rostro ligeramente torcido. Una mujer policía se mantenía a unos seis o siete metros de él. Se detuvo y esperó que mis pasos llegaran a su altura.

-Su pasaporte, por favor

No me sorprendió. Aquí la policía tiene por costumbre pedir la documentación a los blancos que están fuera de “su reserva”; fuera de las áreas frecuentadas por blancos. No se trata de ningún acto represivo. Simplemente si tuvieran la suerte de encontrarse con un recién llegado que se había olvidado el pasaporte en el hotel, primero pondría cara de perro y después le haría ver que había tenido suerte, porque con una mordida de mil meticais se resolvían “las complicaciones”, el turista tendría una “batalla” para contar y el poli completaría su salario ese mes.

Lo que sí me sorprendió fue la borrachera que el colega traía encima para ser las dos de la tarde

- No tengo el pasaporte, tengo el DIRE (Documento de Identidad de Residente Extranjero) –le dije y se lo di.

Su pareja policía llegó a nuestra altura y sin detenerse siguió caminando hasta la esquina de la calle. Miró el documento. Cuando se dio cuenta de que en la tapa del cuadernillo no veía nada porque el escudo del país se había desgastado habían pasado un par de minutos y varios movimientos de mecedora. Finalmente lo abrió. Miró la foto e intentó mirarme a mí, pero no le enfocaba bien su retina etílica. Siguió pasando hojas. No tenía por donde agarrarme. Finalmente me dijo. “Esto le caduca en diciembre, ¿eh?

Le di las gracias por el aviso y al recoger mi DIRE le pregunté (más para ponerle a prueba que para escuchar la respuesta) “Disculpe, ¿usted sabe donde queda el Museo de la Revolución?"

Pregunta de examen. El señor funcionario del estado con su kalasnikov al hombro no tenía ni idea. Lo dejé con su duda revolucionaria y su certeza alcóholica. Y seguí caminando por la 24.

Llegué a una plaza donde una bandera alemana marcaba el punto de asamblea del grupo de los trabajadores mozambicanos que estuvieron en la RDA antes de la caída del muro. Desde el año 1990, desde regresaron de Alemania están pendientes de un cobro que la RDA transfirió al estado de Mozambique en calidad de sueldo y que estos trabajadores, al parecer nunca han recibido. Desde entonces, desde hace dieciocho años, todos los miércoles se manifiestan por las calles de la capital. “Antes nos reprimían –me dice uno de los portavoces del grupo-. Nos dispararon bala. Tenemos muertos. Hace tiempo que ya nos dejan marcar tranquilos”. Ahora es una manifestación musical, con banderas alemanas y con la misma exigencia desde hace 18 años. Al final fueron ellos los que me indicaron donde quedaba exactamente el museo. “Está allí, mire”.

Había un enorme templo de una secta cristiana. El edificio estaba reluciente. Unas letras grandes y doradas anunciaba “Jesús Cristo é o Senhor”. Me giré a los “alemanes” y volví a insistir “El Museo, ¿dónde?”. “Allí”, me volvieron a decir. Junto al templo, todo humilde estaba el famoso Museo de la Revolución, desvencijado y tapiado con un letrero que indicaba que estaba cerrado por reformas.


miércoles, 6 de agosto de 2008

Apuntes rápidos para leer despacio (y 2)


Hoy se producen alimentos para alimentar al doble de la población actual del Planeta. Y sin embargo 1.000 millones de personas sufren desnutrición crónica. Cada minuto que pasa, 9 niños mueren a causa de la desnutrición.

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La subida de precios de alimentos básicos pueden provocar la hambruna de 100 millones de personas. “Asesinato masivo silencioso” lo llama Jean Ziegler, comisario de la ONU para la Alimentación.

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Años atrás, Haití producía el arroz que consumía. Llegó el arroz subvencionado de los EEUU y la producción local se fue a mejor vida, mientras que los haitianos se fueron a una vida peor. Hoy, el arroz está el cincuenta por ciento más caro que el año pasado. Kenia producía suficientes alimentos para su población hace 25 años; hoy importa el 80% de los alimentos que consume. Filipinas acaba de emprender la misma senda. Son consejos impuestos por el Banco Mundial. Honrarás la importaciones. No desearás la producción propia.

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Las multinacionales muestran al Fondo Monetario y al Banco Mundial cuales son los artículos que deben exportar los países pobres y cuales importar. Esas instituciones funcionan efectivamente. El 70% de los países pobres son importadores netos de alimentos.

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Los países pobres gastaron cerca de 45 mil millones de dólares en importación de alimentos en el tiempo en que EEUU ha gastado 137 mil millones en la guerra de Irak. Tres veces más.

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Desde la invasión de Irak, más de 2,4 millones de personas han abandonado ese país. Entre 2003 y 2007, cerca de 100.000 iraquíes pidieron asilo político en Europa. Muy pocos se han concedido. Al mismo tiempo, Siria, cuyo PIB es mucho más bajo que el de la UE, ha acogido a 1,4 millones de iraquíes.

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Frente a la inmigración, los gobernantes de las metrópolis se llenan la boca hablando de cooperación al desarrollo. Una vaca europea recibe al día 2,5 euros al día en subvenciones. Un niño africano recibe 0,40 euros de Europa. Al año.

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En España había 2.357.000 extranjeros con papeles a finales de 2007. De ellos, 1.316.000 estaban afiliados a la Seguridad Social. Sólo con su contribución a la caja, se pagan 900.000 pensiones. Los inmigrantes aportan el 7,4% de las cotizaciones de la Seguridad Social y sólo reciben el 0,5% del gasto en pensiones.

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En Estados Unidos, un inmigrante recibe unos 3.000 dólares del Gobierno en toda su vida. Sus hijos serán contribuyentes netos al sistema a razón de unos 80.000 dólares cada uno a lo largo de su vida.

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Era 17 de junio. El cayuco llegó a la playa de Tenerife ese martes de madrugada. Venían 75 adultos varones y siete niños. Los adultos estaban destrozados. Presentaban un cuadro crítico de hipotermia, hipoglucemia, deshidratación, quemaduras. Varios murieron en los días siguientes. Los niños, por el contrario se encontraban en buen estado y sonreían. ¿Milagro? Agustín Taylor, coordinador de la Cruz Roja dio la explicación. Los adultos sacrificaron durante los dos últimos días de travesía su comida, bebida y ropa de abrigo para proteger a los pequeños. Europa, conmovida aprobó días después la Directiva de la Vergüenza.

lunes, 4 de agosto de 2008

Apuntes rápidos para leer despacio (1)

Yaya estuvo a punto de morir de una diarrea. Hubiera sido uno de los 26.000 niños que cada día mueren por enfermedades que tienen cura. Una cura barata.

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Ismael es una de las 30.000 personas que viven en España en la calle. Hay tres millones de viviendas vacías en el país campeón de Europa de fútbol. Por cada Ismael hay cien viviendas vacías.

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Amina murió de neumonía. Como ella, al año mueren tres millones de criaturas. La neumonía se cura con fármacos que cuestan 0,20 euros. Un tercio de los niños del mundo aún no están vacunados.

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Los niños gitanos de la República Checa tienen el doble de riesgo de morir que los eslavos. En Perú, ese riesgo es de más de siete veces entre un crío pobre del campo y otro de familia adinerada. La tasa más alta de mortalidad infantil de España se da en Ceuta, donde la renta es más baja ¿Cómo se llama la vacuna contra la pobreza?

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Nacer hembra es peligroso. Laksimi es una niña hindú que no sabe que tiene un 61 % más de posibilidades de morir que su vecino de la misma edad varón. Y sin embargo tiene suerte de no haber nacido en China, donde hay entre 36 y 41 millones de pequeñas “desaparecidas”

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Le llaman crisis alimentaria. Las cinco multinacionales que se reparten el 80% del mercado mundial de cereales vieron aumentar sus beneficios un 40% el pasado año 2007. En los meses de febrero, marzo y abril de este 2008, la multinacional de la agricultura, Monsanto duplicó sus beneficios con respecto al mismo periodo del año pasado. Los precios de los principales productos alimentarios alcanzaron este año la mayor carestía en 50 años.

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Veinte millones de niños padecen desnutrición severa. Otros 178 millones están en riesgo. Treinta y cuatro millones de hambrientos los son viviendo en el llamado primer mundo. El 50% de la población urbana africana y el 40% de la latinoamericana está desnutrida. ¿Quien tiene la desfachatez de impulsar los biocombustibles?

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La mitad de la población mundial vive con menos de dos dólares al día y gasta el 80% en alimentación. ¿En qué mitad naciste?